'Quiero tomar fotos de esto' pensé. Esa sensación de inicio de ciclo, de nueva etapa me incitaba a recorrer todo el edificio, registrarlo, e indefectiblemente recordaba la entrada al edificio de Marcelo T a las 20hs durante la primera parte de los '90 —cuando 'Comunicación' estaba de moda—: como la entrada al subte en hora pico.
Cuántas cosas que pasaron en todos estos años: ya en aquel entonces se luchaba por el edificio nuevo, que desde el 96 (creo) fue Ramos. Pero Santiago es ooootra cosa. Además de ser el futuro edificio único, parece un edificio proyectado, y entonces, estar hoy en él es ¿un sueño cumplido? (¿Será mi espíritu naif?)
Sí, sí, sufro el viaje porque vivo del otro lado de la ciudad, pero estoy pensando estrategias para evitar viajar 'ensardinada' a las 18hs —¿alguien conoce un bar con wifi por la zona? Podría trasladar mi oficina nómade un par de horas antes. Igualmente, una de las pequeñas cosas que me ha dado muy buen humor en estos primeros días es la vista que tengo mientras doy clases. Mis dos comisiones son en el aula 213, así que de mañana y de tarde alterno la mirada entre los alumnos y el fondo: la cúpula roja de una iglesia que está a la vuelta recortada sobre el cielo celeste. Soberbio! Y más aún si lo comparamos con las ventanas tapiadas de las aulas de PB de Ramos. Ya les dije a mis alumnos que vamos a dar vuelta la clase para que ellos también disfruten de la vista.
Sin duda, Santiago es un gran logro de la lucha, de la insistencia, de la capacidad de proyectar. Lo que me pasa es que tengo la costumbre de engancharme con las pequeñas cosas de todos los días: eso de la vista del aula es un ejemplo, o llevarme al tacho de basura la botellita de agua o el vasito de café y no dejarlos en el escritorio que va a usar mi próximo colega.
Pienso en cómo se nos irá haciendo propio este edificio, cómo podremos aprovecharlo para dar y tomar clases, y sentir que ahora es distinto (que no se nos haga natural un día y nos parezca que es lo mismo de siempre, lo mismo que los edificios anteriores!!). ¿O será siempre la falta lo que nos mueve?
Ximena
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